domingo, 3 de agosto de 2008

Homenaje a Monseñor Angelelli (04-08-76)

Muy querida hermana; ¡Paz y Bien! Trato de escribirte unas líneas sobre nuestro querido Obispo mártir Enrique Angelelli.

Allá por el año 1968, la sinceridad, la fe valiente y solidaria con los obreros y los más empobrecidos del que era Obispo auxiliar de Córdoba. Molestaba mucho a la Córdoba «católica», que prefería guardar silencio «prudente» ante la injusticia institucionalizada.


Creo que ese fue el motivo por el que se intentó silenciar su palabra valiente y su presencia conflictiva. Ya le había pasado algo de eso a Jesús y a cuantos se le parecieron.. Seguramente como una forma de evitar los problemas que su testimonio provocaba, decidieron enviarlo a una Diócesis lejana , pobre y de muy escasos sacerdotes y religiosas: pensaron que así su voz molesta ya no sería escuchada. Llegó a La Rioja lleno de amor y con inmensas ganas de servir a todas y a todos los riojanos, pero comenzando por los más empobrecidos : hacía honor al lema de su escudo episcopal: JUSTICIA y PAZ. Sabía muy bien que el único camino para amar de veras a todos, sin excepción, es la JUSTICIA y que sólo desde la JUSTICIA se puede construir una PAZ VERDADERA. Esto lo vivió y lo enseñó desde el primer día de su llegada a La Rioja y esto fue lo que le granjeó las iras de la «sociedad católica» riojana: no podían concebir que el nuevo Señor Obispo tomara mate en los ranchos de los pobres y pretendiera convencerles que todos eran hijas e hijos de Dios, iguales en dignidad ante Él y ante todos.


Invitados por el mismo Angelelli, tres sacerdotes capuchinos que habíamos sido echados de Mar del Plata por el recién nombrado Administrador Apostólido Mons. Antonio Plaza, arzobispo de La Plata, llegamos a La Rioja en Agosto del 72, a vivir un tiempo de retiro junto a los HERMANITOS DEL EVANGELIO, que tenían su noviciado con el inolvidable y santo ARTUTO PAOLI, en las faldas de la cadena del Velazco, en Suriyaco, bien al norte de la provincia.


Ya comenzaba a notarse una clara actitud de represión y sospecha hacia la Iglesia riojana. El presidente de facto, Alejandro Lanuse, había prohibido la Misa que, por radio, desde el Santuario de San Nicolás, celebraba el obispo, cada domingo. El motivo, lo expresa con sencillez y dolor, la vidala «MISA PROHIBIDA» de una maestra de Anguinán, la Negrita Carrizo de Pazos...


«¿CUÁNDO AL RIOJANO DE HERMANO HAN LLAMAO?

¿ CUÁNDO AL RIOJANO DE HERMANO HAN LLAMAO?».


Ese era el único verdadero motivo: Angelelli decía y enseñaba, con palabras y con actitudes, con su vida toda, que TODOS SOMOS HERMANAS Y HERMANOS y esto, tan claro y tan sencillo, que tomado en serio es EL ÚNICO MANDAMIENTO DE JESÚS, la condición indispensable para llegar a vivir y ser felices para siempre, fue y es inaceptable para el sistema perverso en el que estábamos y estamos inmersos y del que fuimos y somos expulsados con violencia, excluídos, hasta con la muerte.


Al poco tiempo, el Obispo, Monseñor, se fue mostrando TAN HERMANO, que pasó a ser el AMIGO ÍNTIMO de todos los que lo aceptaban, simplemente «EL PELADO» y, al mismo tiempo, PARA LOS OTROS, para los que querían ser hermanos de todos, sino seguir siendo «señores», el «comunista», «SATANELLI», el «enemigo del pueblo», el «maldito».... Lo palpamos en carne propia muy pronto...Ante la ausencia, por enfermedad, del viejo párroco de Anillaco, P. Virgilio Ferreira (llevaba, solo, allí, 50 años, en manos a Amado Menem, dueño y señor del pueblo), el Obispo nos pidió que fuéramos a Anillaco, cabecera de la Parroquia que abarcaba todo el Departamento de Castro Barros, «La Costa» y me nombró, «in pectore», párroco, a sugerencia del mismo P.Virgilio. Era el 13 de diciembre del 72. Para entonces ya teníamos bien hondo en el corazón, el constante pedido de nuestro querido «Pelado»: si queremos ser fieles, vivamos «con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio»...


Así lo hacía él y comenzamos a hacerlo nosotros, visitando, desde el primer día, cada una de las familias, unas 400, que formaban el pueblo... Vimos la injusticia flagrante que se cometía con los peones, cómo se les pagaba una cuarta parte de lo ordenado por la ley y comenzamos a denunciarlo en privado y en público...Era la única manera de ser hermanos verdaderos de todos, de pobres y ricos, de los peones y de Amado Menem..., pero él no lo entendió así . «¡Me equivoqué con Uds.:tienen una religión distinta a la del P.Virgilio. Aquí no cabemos juntos! ¡O ustedes o yo!» , me gritó, muy enojado, una tarde. A los pocos días, el 13 de Junio del 73, día de la fiesta de San Antonio, Patrono de toda la Parroquia, con un buen grupo de borrachitos que había traído de Aimogasta, y la Policía departamental, impidió la celebración de la Misa y la procesión, nos cercó desde las 8 de la mañana a las 3 de la tarde, mientras por la propaladora del pueblo que era suya atronaban marchas militares y toda clase de insultos contra el obispo y contra nosotros, acusándonos de «comunistas», «guerrilleros», «subversivos»..., por fin, bajo amenaza de muerte, con Obispo, monjitas y curas, nos echó de Anillaco para siempre. En las puertas de la Catedral de La Rioja, nos esperaba Carlos Menem, entonces gobernador de la Provincia nos abrazó y llorando nos aseguró que ya había dado órdenes para que pudiésemos regresar inmediatamente a Anillaco, pues era una infamia lo que nos habían hecho.


Al día siguiente nos enteramos que esa mañana, ante la pregunta de su hermano Amado sobre si comenzaban o no lo planeado- nuestra expulsión-, él había respondido:«¡Métanle que yo apoyo!» Nunca el buen Angelelli ni nosotros pudimos volver a Anillaco... Como pocos, Angelelli, respetó profundamente el caminar y la cultura del pueblo al que aceptó servir. Mientras los pobres lo aceptaban, felices, los poderosos, los ricos, los «católicos» que se habían hecho dueños de una Iglesia complaciente con sus privilegios, lo odiaban más cada día, llevando hasta el Vaticano mismo las más absurdas y ridículas acusaciones. Tanto se agrandó el escándalo de la expulsión de Anillaco y sus motivaciones, que el mismo Papa Paulo VI, envió a Mons. Zaspe, valiente y fiel Arzobispo de Santa Fe, como delegado personal, para que, tras las debidas averiguaciones, reafirmara la fidelidad del Obispo riojano, asegurando que «NO ERA COMUNISTA» y que el Papa estaba en comunión con él... Cuando lo expresó públicamente, en Anillaco, los «Cruzados de la fe» lo atacaron de tal manera que pretendían lincharlo, persiguiendo encarnizadamente el coche en que, con el curita que lo llevaba, escapaba sus manos... Esas manos, unos días antes, destruyeron y quemaron el ranchito y la capillita de las Hermanas de la Asunción, a las que intentaron violar, en Aminga, a dos kilómetros de Anillaco... Esos eran los que pretendían «defender la fe»..


Años más tarde, otros defensores de la fe, del «orden occidental y cristiano» quisieron echarlo de La Rioja. Para lograrlo, entre muchas otras presiones, encarcelaron al capuchino Eduardo Ruiz, párroco de Olta, asesinaron a Carlos de Dios Murias (franciscano) y Gabriel Longueville, Párroco de Chamical, el 18.7.76 y al laico Wenceslao Pedernera el 25.7.76 y como nuestro «Pelado» les demostró que no se iba a ir, sino que continuaría denunciando, lo asesinaron a él, frente a Punta de Los LLanos, sobre la ruta, cuando regresaba de Chamical a La Rioja, el 4.8.76. Puedo asegurar que fue asesinado por los militares que ensangrentaron el país entero : llegué a hablar con el único testigo que los vio, detenidos a pocos metros del cadáver, en su Peugeot blanco, el mismo que los seguía, según denunció el sacerdote que acompañaba a Mons. Angelelli, Arturo Pinto. Los habían perseguido y hecho volcar. Sacaron al Obispo desmayado y lo remataron golpeando su nuca. No pudieron completar su obra asesinando a A.Pinto, por la llegada del testigo citado, vecino de Carlos Paz que aterrado por la presencia de los asesinos, se negó a dar su nombre y a presentarse a la justicia: con sobrada razón temía por su vida y la su familia. Es doloroso que aún hoy hay muchos hermanos que se niegan a reconocer que este Obispo santo fue asesinado, a pesar de que la misma Justicia Federal de La Rioja, siendo Menem gobernador, recaratuló la causa. como «homicidio calificado».....


Evidentemente el miedo a la verdad, a esta altura, es imperdonable. Estoy seguro que la fuerza del testimonio martirial de Enrique Angelelli irá enseñándonos a caminar «con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio», y así, a SER HERMANAS Y HERMANOS DE TODOS Creo que sólo así podremos lograr la VERDADERA REVOLUCIÓN con la que soñamos, donde no haya nunca más injusticias, ni a nadie se le niegue cuanto necesita para ser feliz y nadie se niegue a aportar cuanto pueda, para que todos seamos felices.


De corazón y sinceramente,

Fray Antonio Puigjané
26 de julio de 2001

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